Friday 23 de May de 2025
KAYAK | 08-10-2023 19:00

Experiencia en kayak: primera remada de primavera 3x362z

Un recorrido de 60 km que va desde Otamendi a Tigre por el río Paraná y a través del Parque Nacional Ciervo de los Pantanos. Se realiza en un día de navegación. Ver galería de imágenes 2e1e43

Patricio Redman
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Navegar el Paraná de las Palmas es, sin dudas, unos de los objetivos que todo kayakista de travesía debe cumplir. Y si hablamos del tramo que discurre entre el Parque Nacional Ciervo de los Pantanos y Tigre, la propuesta es realmente interesante. No sólo recorreremos uno de los lugares más agrestes del Delta bonaerense, sino que también descubriremos una reserva protegida de impactante belleza: bosques ribereños intactos, variada fauna y grandes pajonales donde lograremos observar cientos de pájaros y, quizás con algo de suerte, un ciervo de los pantanos. El parque abarca 52.000 hectáreas. Su zona es lo que hace unos años se conocía como la reserva Otamendi, pero que desde 2018 es Parque Nacional. Todo este tramo del Paraná que limita con la zona es lo suficientemente grande como para intimidar al mejor remero, pero la propuesta resulta más sencilla de lo que parece, habida cuenta de que la espectacular correntada que tiene el Paraná nos impulsa a una velocidad de entre 5 y 6 km/h. Nuestra propuesta de travesía, tras zarpar desde la primera balsa del Paraná, nos llevará durante una jornada hasta Tigre. 

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Una soleada y fría mañana llegamos a la Estación Otamendi, ubicada entre las localidades de Escobar y Campana (Km 67,5 de la RN 9 de Buenos Aires), y desde ahí tomamos un camino polvoriento hasta la primera balsa que cruza el Paraná de las Palmas y que se halla frente a la estación del INTA. Adyacente a la balsa hay un arroyo donde podemos desembarcar los kayaks y zarpar. Sin dilaciones comenzamos la remada río abajo. Estos primeros kilómetros los hacemos pausadamente para disfrutar el entorno selvático de la reserva, sobre todo a la altura del arroyo Las Rosas. Podemos observar bosques de ceibos, talas, sucos, ombúes y espinillos. Sobre la ribera crecen juncos y, un poco mas allá, la paja brava y enormes cortaderas. Un capítulo aparte merecen las aves que logramos divisar: garzas moras, patos, gallaretas y un sinfín de sonidos de aves que trinan en la costa. Los kayaks van bien cargados con comida, agua potable y mudas de recambio. Las aguas bajan con fuerza y nos obligan a eludir correderas y pequeños remolinos. 

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Efectuamos un descanso sobre los kayaks para hidratarnos y recuperar fuerzas. Toda esta línea de costa tiene totoras y juncales, y es de difícil . Un poco más adelante ubicamos una ensenada y nos mantenemos por la margen derecha siguiendo unos juncales. Navegamos en kayaks dobles y simples que avanzan sin dificultad y sin tanto esfuerzo. Poco a poco nos adentramos en el Delta profundo, con sus quintas isleñas, el sonido de los pájaros y del viento soplando en los árboles.  También es frecuente el paso de las chatas que transportan madera, mimbre y juncos. La visión de las familias isleñas en las riberas nos adentra en este singular recorrido. Al mediodía arribamos al puerto de Escobar y, en las adyacencias, elegimos un albardón bajo para efectuar el almuerzo. Desde este hermoso lugar descubrimos extensos juncales y los típicos bosques de ceibos y sauces que crecen en las riberas. 

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Ya es media tarde y el Paraná se presenta con viento del Sur que genera una superficie con olas, viento y una gran corriente en contra. A lo largo de la remada nos cruzamos con barcos portacontenedores: siempre nos mantenemos lejos del boyado y atentos a las olas ribereñas que generan estos colosos del mar. Avanzamos con dificultad concentrados en la remada, hasta que finalmente hallamos la boca del Correntino y continuamos por él hacia Tigre. Este hermoso río es muy agreste y solitario. El grupo sostiene muy bien la remada y, luego de casi tres horas de esfuerzo, logramos arribar hasta Dique Luján, que no tiene un buen desembarque para los kayaks. 

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A modo de cierre seguimos hasta Villa La Ñata para recuperar fuerzas, estirar las piernas y tomar unos mates. La noche se nos viene encima y no queremos pasar los últimos kilómetros del Luján a oscuras, ya que hay muchísimo tránsito de yates y lanchas.  Al atardecer llegamos extenuados a Tigre. Habíamos recorrido casi 60 km, estábamos cargados con la alegría del regreso y de haber cumplido este gran desafío.

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Patricio Redman

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