Como en la mayor parte de Asia, en Bali casi no existen los autos. Ochenta y ocho kilómetros de ancho y 145 de largo, clima tropical, precios accesibles y paisajes paradisíacos. Todo indica que la mejor forma de conocer la isla que hace eco en el mundo como el destino a conocer antes de morir, es arriba de una moto.

Bariloche listo para recibir a los visitantes este invierno: 2 opciones de alojamiento céntrico 4j1p6t
Punto de partida: Kuta, el puerto más cercano al aeropuerto internacional de Bali. Famoso por su ajetreada vida nocturna, restaurantes internacionales y grandes marcas, Kuta tiene cada vez menos colores asiáticos. Partimos, entonces, hacia el sur de la isla en busca de la esencia de la cultura local. Calles angostas, semáforos invisibles e inconscientes motociclistas –para el ojo occidental– copan el pavimento. Un poco más adelante, los caminos se bifurcan, aparecen los senderos de tierra, y entre selva, arrozales y pequeños poblados, la verdadera Bali se asoma.
Primera parada
Balangan es una larguísima bahía de arena blanca y mar turquesa con olas enormes, ideales para surfear. Allí, los locales hospedan a turistas y surfistas en rústicas habitaciones construidas con bambú sobre la misma playa por unos siete dólares –desayuno incluido–, y los barcitos sobre el mar invitan a probar delicias de mar con sello balinés. Su gastronomía –bastante particular– combina frutas y dulces con verduras y hasta sabores picantes en un mismo plato.
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