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PESCA | 18-12-2018 10:18

Pacúes y pirá pitás para darles bolilla 3n4652

Gran jornada de pesca con mosca en el Paraná Medio, a la altura de Puerto Piracuá. Dónde encontrarlos y cómo tentarlos. Ver galería de imágenes 4t6ci

Alejandro Inzaurraga
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“Es que no le dan bola…”, me dijo Ramón Merlo y agregó: “¡No saben lo que se pierden!”. No dar bola es una expresión que nació allá por la década de 1920 cuando el billar estaba en su apogeo y los jóvenes que se hacían la rata del colegio iban a los billares a matar el tiempo y, como novatos que eran, hacían sus primeras lides estropeando tacos, paños, vidrieras y espejos, de ahí que los dueños de los establecimientos, al verlos entrar, decía a los mozos: “A esos no les den bolas –o bola–”. Con el tiempo la expresión que se usa para no prestar atención a algo o a alguien se fue ampliando a no dar pelota o no dar bolilla.

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Estábamos en el Paraná Medio, a la altura de Puerto Piracuá, intentando pescar pacúes con mosca y el “no le dan bola” del guía se fundamentaba en que habiendo buenos dorados activos en la región, son pocos los pescadores que prefieren internarse en los riachos a pescar pacúes. Es entendible, el brillo del dorado tiende a eclipsar a todos los demás peces. Sin embargo, siempre hay posibilidades de aprender, experimentar, probar y sentir nuevas emociones con especies que, como el pacú, tienen excelentes cualidades deportivas.

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Los redondos

Con buenos amigos como Héctor Tripiciano –Tripi– y Claudio Muñoz, y tomando como base de operaciones el Piracuá Lodge de los Rouvier, nos embarcamos en esta interesante aventura con los redondos como se conoce vulgarmente a este tipo de peces de silueta plana, achatada y algo redondeada de la familia de los Serrasalmidae –que agrupan a más de 90 especies– y que vulgarmente conocemos como pacúes.

Se trata de peces omnívoros (comen de todo) pero son poco cazadores y más bien recolectores y oportunistas, que buscan lugares y orillas donde pueden hacerse de frutos, semillas, bayas, vainas, brotes, flores y hasta pequeños peces, cangrejos, caracoles, ranas y todo organismo que caiga al agua, como insectos, roedores, murciélagos y pequeños pichones de ave.

La mejor época para su pesca es la estival que va de noviembre a abril. Árboles costeros con frutos como el ingá, aguaí o plantas como el mburucuyá producen frutos muy apetecidos por estos peces. Y por ende los mejores lugares son las orillas con vegetación que contenga frutos o semillas, corriente suave y buena profundidad. Esos sitios puntuales son para insistirles con las moscas. Si después de tres o cuatro tiros bien hechos a un lugar no pican, hay que cambiar y seguir probando. Moverse con un motor eléctrico facilita la prospección, ayuda a aguantar la embarcación en los puntos clave y no espanta los peces (no hace ruido).

En esta oportunidad recorrimos un tramo del riacho San Lorenzo, buscando esos sitios puntuales donde pueden estar los pacúes al acecho de lo que caiga en su radio de permanencia y vigilancia. En cuanto a equipos, usamos conjuntos #6 y #7 de acción rápida y reeles cargados con líneas de flote para clima tropical (con protección UV), con líderes de cinco o seis pies (1 pie = 30.48 cm) y un tippet de acero de 20 a 30 lb (1 lb = 453.592 g) de no más de 8 a 10 cm atado a la mosca. Y en cuanto a anzuelos usamos uno que nos dio muy buen resultado en cuanto a clavadas –prácticamente no perdimos ningún pique–, nos referimos al Tiemco TMC 600 SP en tamaños #1 y #2. Enhebrado en cuentas o bolitas de plástico de diferente color con el agujero central agrandado para que el ojo del anzuelo pase cómodamente, pero que el gancho sobresalga un poco de la cuenta así se puede clavar.

La técnica consiste en detectar el posible lugar, colocar la embarcación a distancia de lance y efectuarlo de manera que la mosca caiga desde arriba, impactando el agua con el característico plop. El ruido los orienta, por eso es muy importante que golpee desde cierta altura, de ahí que la caña debe ser de buena acción.

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Hundiéndose naturalmente

Una vez efectuado el lance y con la bolita hundiéndose en el río, hay que dejarla que profundice naturalmente y seguir atentos el movimiento de la línea –que se convertirá en nuestro indicador de pique– y,  ante cualquier movimiento antinatural, frenada o cambio de dirección, clavar con firmeza. Si no es un enganche, seguramente será un pez. O sea que, antes de sentirse el pique en las manos, se ve. El pacú da tiempo para clavar ya que, a pesar de la dureza del engaño, está acostumbrado a algunos frutos o semillas que debe quebrar con sus muelas y eso hace que no lo rechace tan pronto; por el contrario, lo introduce más en la boca para quebrarlo con sus potentes muelas. Las líneas de comida que se suelen ver en el agua, hileras de sedimentos, palitos, hojarasca y demás material en suspensión flotando, son buenos lugares para intentar por más que no sean orillas. Los peces oportunistas suelen patrullar esas líneas de resaca por debajo esperando que algo de lo que allí viaja con la corriente sea alimento. El pique del pirá pitá o salmón de río es más rápido y suele atacar ni bien cae la mosca al agua.

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Con la vara alta

Dependiendo de la especie y del tamaño del pez, será la pelea que viene después de la clavada. Conviene mantener la vara alta y, en lo posible, alejarlo de la orilla o los palos ya que suelen huir hacia lugares más intrincados con el consiguiente enredo y corte. Cuando se trata de uno de los buenos, la oposición que ejerce en el agua es realmente notable si su perfil chato se atraviesa en la corriente del río, porque se magnifica su resistencia y la caña de mosca a veces no alcanza a sujetarlo, lo que hace que se entable una batalla interesante.

En nuestro caso, dimos con varias de las especies presentes en el río: pacú, pacupé, pacú reloj y pirá pitá. Todos con moscas de bolita y con ataques durante el hundimiento. Nos tocó un clima algo fresco y no se percibieron movimientos más arriba como para poner en juego moscas de superficie que, en determinadas circunstancias, suelen ser efectivas.

Las bolitas plásticas tipo cuenta que utilizamos fueron de entre 8 a 20 mm de diámetro, con el agujero central agrandado con un alambre caliente o con taladro (con mecha de 4 mm). Los colores que funcionaron: marrón, amarillo, verde, negro y naranja. Aunque tenemos la presunción de que más que el color es el lugar y el sonido el que incita al pique. Cada vez más los pescadores que se inclinan por esta pesca descubren lo que se estaban perdiendo. Una pesca para darle mucha bolilla.

 

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