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PESCA | 25-04-2018 09:07

Palpitando la Fiesta del Surubí 2c3n4h

Previo al evento que convoca a miles de pescadores en Goya, Corrientes, relevamos el estado del río. Nos sorprendieron ejemplares que superaron los 20 kg. Ver galería de imágenes 6d4y1t

Julio Pollero
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El pescador de surubí y amante de las fiestas multitudinarias siente un sabor especial cuando transita el mes de abril. Sin dudas, la Fiesta Nacional del Surubí, en la ciudad de Goya, provincia de Corrientes, tiene todos los condimentos para hacerse llamar “el mundial” de la pesca deportiva embarcada. Cientos de naves y miles de pescadores viven un momento especial durante la largada de la fiesta, a lo largo de la búsqueda de su cancha y mientras esperan la posibilidad de los ansiados piques.

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La ciudad de Goya se encuentra a 750 km de Buenos Aires, aproximadamente, y es un punto neurálgico para la pesca de distintas especies, como el dorado y el surubí, sin descartar toda la variada que existe en la zona. Sabiendo de todo lo que está por acontecer y con las ganas que teníamos de llegar a este pesquero, nos pusimos en o con muchos amigos del lugar, como Adrian Ayala –de Chamigo Producciones, encargado de la difusión del concurso– y el señor Bucky González Vilas, otrora fiscal general de la prueba durante años, y ahora asistente y amigo. Ambos nos contaron acerca del evento y de las posibilidades de que, este año, cuente con récord de asistentes y reconocimiento mundial.

En cuanto a la pesca en sí, sin dudas llamamos a Javier Enrique, nuestro guía de cabecera y amigo entrañable, que siempre está dispuesto a darnos una mano cuando queremos relevar su zona y mostrar al pescador las bondades del pesquero. La participación en la tradicional fiesta genera una adrenalina especial, y mostrar la pesca con anterioridad, un compromiso inigualable a fin de que todos puedan ir sabiendo, al menos, algo de lo que deben hacer.

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Para pescar surubíes en estos ámbitos debemos tener varios equipos armados, entre los que destacamos cañas medium heavy con acción de punta, de 2,10 a 2,40 m de largo, equipadas con reeles redondos medianos, cargados con nylon de 0,43 a 0,50 mm, preferentemente en colores opacos o grises; o reeles con el formato bajo perfil (huevitos) cargados con hilo multifilamento de 50 lb (1 lb=453,592 gramos). A esto le sumamos anzuelos del 7/0 al 9/0 atados con cable de acero de 40 o 50 lb (si supiéramos que no va a picar ningún dorado, podríamos tranquilamente atar los anzuelos con nylon fluorcarbon) y una buena provisión de plomitos corredizos de entre 20 y 100 g de peso. Carnadas hay muchas que se podrían utilizar, pero esta vez vamos a darle prioridad a la morena viva grande, también llamada botellona o mamacha.

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Luego de viajar toda la noche en bus –realmente recomendable para llegar bien descansado a destino y en horario–, arribamos a la ciudad de Goya, y Javier ya nos estaba esperando para llevarnos hacia el embarcadero a comenzar nuestras jornadas de pesca, que serían de dos días completos. La idea era lograr algún surubí para la foto y para contar una nueva historia. Con la lancha toda cargada con los bártulos de pesca y las provisiones para disfrutar de la comida en la isla, partimos bien tempranito hacia el campamento armado sobre el arroyo Soto, un lugar estratégico para arrancar y recorrer gran parte de la cancha afectada a la fiesta.

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Palpitando la pesca

Llegamos a destino luego de una placentera navegación de aproximadamente 40 minutos, y varios amigos y pescadores nos dieron la bienvenida en la isla.Un grupo numeroso que salía a pescar con otros guías del lugar. Dejamos algunos bolsos en el campamento y raudamente pusimos proa hacia los pesqueros. A fines de marzo, el río se encontraba aún con agua muy sucia mezclada en algunos sectores con agua clara proveniente de los desagües de los campos y lagunas. Hicimos los primeros intentos sobre el riacho en la desembocadura de La Colacha, sin obtener resultados positivos. Nos adelantamos unos metros en busca de otra salida de agua y, entre palometas y algo de varidada, picaron los primeros surubicitos. Eran chicos pero ayudaban a calentar la muñeca.

Desde ahí nos fuimos a probar suerte hasta El Alemán pero no tuvimos éxito, sólo palometas que nos comían toda la carnada. El guía decidió volver a moverse y nos metimos en la zona de la isla El Biguá. Anclamos sobre un veril y allí tuvimos la primera emoción: una corrida cortita para luego llevar firme y parejo. Fue el momento en que Natalio Seggioli –uno de mis acompañantes– se preparó: cerró el reel y bajó la caña para luego clavar lo que sería el primero de los buenos cachorros que nos dio la salida. Arrimado a la embarcación, fue subido con mucho cuidado para fotografiarlo y devolverlo sanito al agua.

Se nos terminaba el día y debíamos volver para cenar todos juntos y prepararnos para la segundo jornada de pesca. Mientras comíamos fueron apareciendo distintas historias de los pescadores que estábamos ahí y todos habían vuelto contentos. Al otro día, desayunamos muy temprano y, con la ilusión intacta, nos fuimos a lo que será, en un futuro muy cercano, un gran día de pesca: el río Paraná en otra de sus partes. Anclamos sobre la costa en un sector muy conocido pero no nos picaba nada. Antes de que las especies menores se adueñaran de nuestra carnada, el guía decidió rumbear hacia el sitio El Chorizo, y no se equivocó. Estrategicamente fondeado, encarnamos con morenas vivas de un tamaño generoso y, con distintos pesos de plomo, fueron las tres líneas al agua. Moviendo un poquito el aparejo con la punta de la caña y soltando nylon, se fueron alejando hasta que una furiosa corrida nos puso en alerta: algo grande había tomado la carnada. Bien clavado por Gaby Capozzy, mi otro compañero, el pescado no quería saber nada de llegar pronto a la embarcación, hasta que pudo doblegarlo y acercarlo. Planchado en la superficie, pudimos comprobar que se trataba de un enorme surubí que venía a deleitarnos el día: tremendo pescado que superó los 20 kg. Inmensa alegría nos invadía pero queríamos más.

Al cabo de unos minutos y con la caña apoyada sobre la plataforma de popa, comenzó a sonar la chicharra y otro pique furioso nos adelantaba una gran pelea. Otra buena clavada y, a los pocos minutos, otro de los grossos asomaba en superficie. Muy contentos y relajados, una vez que pudimos sacar las mejores fotos y devolverlo intacto, decidimos descansar y probar otras especies.

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Variada de río

La propuesta que hizo el guía fue ir a pescar especies menores, como pirá pitá y toda clase de pacúes. El entonces buscó los árboles frutales característicos de la estación y, en muy poco tiempo, pudimos deleitarnos con este tipo de pesca utilizando equipos muy livianos y frutos del lugar como carnada. Sinceramente, dos días de pesca para el recuerdo. En un país muy pescador y futbolero no nos podemos quejar: en junio tendremos a Messi y, en abril, a los grandes surubíes.

Nota completa en Revista Weekend del mes de Abril 2018 (edición 547)

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Julio Pollero

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