El pico de la pasada creciente, junto al frente polar más violento del año, definitivamente no eran las mejores condiciones para pescar dorados. Y en esos momentos en que uno piensa sumergirse bajo siete frazadas para ver películas pochocleras, llegó el llamado de Matías Cupayolo (Matute) desde Equina: “Diego, tenemos ubicado un cardumen de dorados grandes a medio camino de Reconquista. El tremendo frío corrió a los forrajeros del delta santafecino, y están saliendo en tropel por el Colorado. Y los dorados, acardumados en corredores profundos, los están masacrando.

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Nosotros los estamos sacando con morena, pero si te animás a jugártela con mosca o señuelo estás invitado”. Fue así que después de 9 horas de micro, llegué a una Esquina desconocida, con el pasto cubierto de escarcha y un viento sudeste que agrietaba la cara.
Como una visión celestial en plena terminal, un vendedor ambulante ofrecía unos plumeros con unas plumas de empolle de ñandú espectaculares para armar moscas de dorado. ¡Y ahí nomás le compré un par!

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Esa mañana, el hogar de leña y un desayuno caliente fueron realmente reparadores. Con un Paraná helado y encrespado, no pudimos embarcarnos.
Aparecen los dorados
Al día siguiente, con Matías y su hermano Guillermo, emponchados como si fuéramos a pescar a Tierra del Fuego, embarcamos con rumbo noroeste. Una larga navegación por del delta interno del Corriente hasta el Toro, y de allí a la margen oeste del Paraná macho. En aguas del delta, el censor del ecosonda oscilaba entre 8 y 12, y por supuesto no se vio la más mísera señal de vida íctica. Todos los peces se habían retirado al curso principal, y los que quedaron permanecían duros como cubitos. Llegados al Paraná nos sorprendieron grandes bandadas de biguas y garzas, excelente indicio de que la carnada se estaba moviendo.
Una hora de navegación nos puso en zona caliente, en una punta de suelo compactado sobre la costa santafecina. Allí el agua se aceleraba, en un poderoso chorro de más de 50 metros. Matute decía: “Los dorados están pegados al fondo, en una profundidad de más de 4 metros, va a ser muy difícil llegarles con la mosca y los señuelos, pero vamos a hacer el intento”. Ajustando el eléctrico, manejado por un control remoto de muñeca de formato reloj, le hicimos dos pasadas con mosca y bait.
No tuvimos ni un toque, absolutamente nada. Mientras redefiníamos la estrategia, un par de bogas saltaron en plena corriente. “Están allí –afirmó Matute– y para que veas le vamos a hacer una pasada con morena. Usando los mismos equipos de bait de 10/17 lb, multifilamento de 50 lb y plomadas de 40 g para bajar rápido, la primera pasada dio un doblete de dorados de entre 8 y 10 kg. ¡Tremendo!
Nota publicada en la edición 492 de Weekend, septiembre de 2013. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.
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