Aprecio mucho la llegada de los primeros fríos y todo lo que trae aparejado preparar mis equipos para la temporada de pejerrey. Además, si a la pesca de las “flechas de plata” le puedo agregar la alternativa de hacerla en espejos que me permitan compartir el momento con amigos o familia, encuentro el complemento perfecto.

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Sin embargo, en mis inicios como pescador en kayak reconozco que tendía a menospreciar la preparación de mi equipo de pesca y seguridad al pensar que como iba a navegar en un ambiente controlado, las cosas cambiaban. Y un día de principios de mayo en la laguna de Monasterio, la visión del tema de seguridad y equipo a portar en el kayak para lo que consideramos “salidas cortas” me abrió un panorama muy distinto. Teniendo pensado entrar bien temprano y salir al mediodía a almorzar una fritanga con los peces de medida que capturáramos, cargamos todo el equipo de pesca y dejamos bebida, comida, GPS, radio VHF y demás en la camioneta. “Total son cuatro horitas de pesca...”, pensamos. Ingresamos con una niebla algo densa que suponíamos se iba a disipar pronto, pero no se disipó. Suponíamos que nuestra orientación era “a toda prueba” y fue pésima dentro del banco de niebla en el que estábamos cuando llegamos al centro del espejo. E imaginábamos que en ese ambiente tan controlado como una laguna que conocíamos de haberla visitado incontables veces, nada nos podía suceder fuera de lo normal.
¿Conclusión?: terminamos perdidos. Mi compañero en una mala maniobra se dio vuelta con su kayak y quedó empapado y tuvimos que hacer costa “de emergencia” en un lugar que nuevamente suponíamos era cercano al muelle de salida y, en realidad, estaba casi en la orilla de enfrente. Para mitigar el frío lo único que teníamos seco era un encendedor (no habíamos llevado una muda de ropa seca), por lo que procedimos a hacer un fuego con leña húmeda que nos costó un horror prender y esperar a que levantase la niebla, si levantaba. Como la niebla mitiga mucho los sonidos, oíamos a lo lejos un motor pero resultaba imposible hacerle señales de algún tipo y nuestros silbatos ofrecían muy poco rango de distancia. Así que la salida de “cuatro horitas” se convirtió en una espera de siete horas hasta que se disipó la niebla y una remada de una hora más hasta la orilla de enfrente, mojados todavía, con hambre, viento en contra y frío.

Una vuelta por la otra isla Victoria 5o221g
Nota publicada en la edición 498 de Weekend, marzo de 2014. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.
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