El cierre del otoño se presentó más benévolo que nunca, y en tiempos en que el invierno no daba señales claras de llegar, la salida al Río de la Plata en busca de los dorados fue la premisa. A bordo del Rey Milo, embarcación propiedad de Eduardo Rusalen y junto a otro fanático del bait como Fabián Katz, optamos por visitar una mítica franja aledaña a la costa de la Capital Federal, una zona conocida como La Usina, de muchas veces limitado.

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Esta imponente obra data de 1928 y está ubicada en el sector denominado Puerto Nuevo. Parecida a una basílica, es un formidable edificio de arquitectura construido por la compañía Ítalo Argentina con dos gigantescas calderas que generan vapor de agua y que, en o con el río, brindan un hábitat muy especial para distintas especies frente a sus costas. La estructura de pesca es muy específica, con correderas y turbulencias que aprovecha el dorado para atacar, y un ingreso que está restringido por Prefectura.

Dorados: piques que frenan la caña 674p52

5 meses después de ser marcado, vuelven a recapturar a un dorado 704f38
En nuestro caso, para evitar inconvenientes, anclamos a unos 30 m de la salida y desde ahí realizamos los lances hacia una costa formada por un paredón de piedras. Allí abajo siempre acecha el dorado. El clima era favorable, estaba en el párate de la creciente, sol a pleno y vientos leves que nos permitían pescar parados en la lancha para ubicar bien el tiro, así y casi de inmediato empezaron los piques. Prácticamente los tres a la vez teníamos mordidas, corridas y muchas piezas que no alcanzamos a levantar, ya que venían apenas agarradas de la boca. Sin dudas, se notaba que estaban con una voracidad singular esa mañana.

El Río de la Plata con una fabulosa pesca de dorados con señuelos 5f43k
Los señuelos que mejor funcionaron fueron tanto los que imitaban mojarras chicas como los de colores oscuros, los ataques eran dispares, algunos firmes, y otros eran toques tibios hasta que al borde de la embarcación se decidían a morder. Con carnada también hubo muy buenas capturas y llevadas parejas. En esta modalidad funcionó muy bien la posta de bagre amarillo y la de sabalito, que curiosamente levantábamos del agua ya que salían flotando desahuciados desde La Usina, en un interrogante que nos quedó, sin poder dilucidar la razón de esa situación. No vimos pejerreyes ni otras especies más que sábalos, del cual había una gran cantidad y hasta llamativamente traíamos clavados de la boca en los artificiales.
Pasado el mediodía y con la satisfacción de haber devuelto cada pieza lograda, volvimos al puerto de San Isidro. Allí, cerramos la jornada con otra modalidad que les vamos a recomendar, pero se lo contamos en una próxima entrega.
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