En los últimos años aparecieron en nuestro país pequeños motores –mayormente del tipo eléctricos o fuera de borda nafteros– que pueden ser empleados para impulsar un kayak. Es una innovación que permite recorridos más largos sin tener que agotarnos en el empleo de los remos. Debe quedar en claro que la fuerza de los brazos seguirá siendo la propulsión primaria de la embarcación y el uso de un impulsor tiene que ser secundario, para cuando estamos agotados o planeamos recorridos largos. Dependerá del tipo de kayak y su uso elegir la mejor opción al momento de adaptarlo al esquife.

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Tipos de motores. Son tres los que podemos acoplar a nuestro kayak: los eléctricos de quita y pon, como el famoso y archiprobado Minn Kotta que, para un kayak, por una cuestión de estabilidad y seguridad no debiera superar los 1,35/2,5 HP; los tradicionales de dos tiempos nafteros, de 1 o 2,5 HP y, finalmente, los eléctricos compactos –del tipo turbina– que, al ser sumergibles, pueden adosarse al fondo del kayak. Todos estos propulsores demandan la instalación de espejos y herrajes en cubierta, además de un pequeño espacio para la batería, en el caso de los eléctricos. Es fundamental que las modificaciones no perjudiquen el normal paleo del kayakista y menos aún las líneas de agua del esquife cuando navegamos. En los casos de los motores de pata, esta tiene que ser corta y el conjunto montarse en el espejo, con el centro de gravedad lo más bajo posible.

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Experiencia personal. Hace unos 25 años instalé en un kayak de travesía –un SDK 510– uno motor eléctrico con muy buenos resultados. El espejo y anclaje, de fabricación artesanal, lo coloqué a la altura del cockpit, casi en el codaste. Básicamente, eran dos caños de aluminio con una pieza de madera en el medio que oficiaba de espejo, todo sujeto con pequeños bulones a la cubierta del kayak. Hoy se vende un pequeño kit de espejo para esto. La batería, algo grande, casi ocupaba el tambucho trasero. El sistema de cables corría por cubierta con precintos hasta el borne de la batería. Mi kayak, de 0,60 m de manga, lograba navegar casi tres horas a un ritmo de 4 a 5 km/h, aunque la autonomía estaba supeditada por el tamaño y carga de la batería.

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Sit on top. En caso de montarlos en embarcaciones abiertas, se deberá colocar un buen espejo en popa. En cualquier caso, el rendimiento será menor ya que el casco puede superar los 0,90 de manga, lo que supone un mayor rozamiento.

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Los pro. La navegación es muy silenciosa y el kayak se desplaza a gran velocidad y con buena estabilidad; es un verdadero placer sentir la propulsión eléctrica que permite grandes recorridos con cero esfuerzo. Además, los motores se transportan en el baúl de un auto o en una mochila, ya que pesan unos 6,5 kg, tiene muy buenas prestaciones en aguas calmas y en donde no sople mucho el viento.

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Las contras. La posición en el cockpit para sostener la caña del motor es un poco incómoda. El talón de Aquiles es el peso de la batería, que ronda los 10 kg y ocupa gran parte del tambucho de popa. Hay que tener en cuenta también la dificultad del acarreo de la batería en tierra para la recarga. Simpre es preferible emplear baterías de tipo náutico que tengan buen sellado; no está de más colocarlas en una caja estanca. Se debe tener especial cuidado de aislar del oleaje el sistema eléctrico y la batería para no sufrir un cortocircuito o una descarga eléctrica.

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Conclusiones. Si bien se utilizan los fuera de borda de 2 HP, el motor eléctrico de quita y pon es el mejor sistema para un kayak. Los primeros tienen más potencia de arrastre y aceleración, pero suponen un riesgo de vuelco o de alguna mala maniobra, con el consiguiente descontrol del esquife. El ruido de la explosión del motor es molesto, sobre todo en los s que valoran el silencio en la navegación. Siempre debemos ir con la cuerda de hombre al agua sujeta a la muñeca para evitar heridas de la hélice en caso de un vuelco repentino.

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Nota completa en Revista Weekend del mes julio 2018 (edicion 550)
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