Imagínese Buenos Aires en plena Segunda Guerra Mundial. En un bar de la ciudad cuatro de la comunidad británica conversan entre copas sobre cómo podrían ayudar al esfuerzo bélico en Europa sin empuñar un arma. La solución que se les ocurrió fue tan inusual como brillante: recaudar fondos a través de la diversión para financiar aviones de combate para la Real Fuerza Aérea británica (RAF). Así nació la Fraternidad del Fuelle (Fellowship of the Bellows), un movimiento clandestino que movilizó a miles de personas en América latina y reunió millones de pesos para la causa.

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La RAF fue elegida como beneficiaria porque casi todos los voluntarios argentinos que se habían enlistado en la guerra estaban en esta fuerza y ya habían comenzado a sufrir bajas. La comunidad británica local sintió que debía hacer algo y así, en poco tiempo, la idea de los cuatro amigos dejó de ser sólo una charla de bar y se convirtió en un fenómeno masivo.

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Un sistema de donaciones con humor y competencia 692c4b
El 14 de octubre de 1940, en el histórico Club Inglés porteño se convocó a una reunión donde se delinearon las reglas de este nuevo movimiento. Para preservar el anonimato de sus creadores, las ideas se discutieron detrás de una cortina. Allí se decidió que el grupo se llamaría la Fraternidad del Fuelle, haciendo referencia a la necesidad de “más fuerza aérea”. La clave del éxito de esta iniciativa fue su estructura única y su tono humorístico. En lugar de simplemente pedir donaciones, se creó un sistema de membresías y ascensos basado en los aviones enemigos derribados y el dinero aportado.

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Cada nuevo miembro debía pagar una cuota de inscripción de 1 peso nacional, lo que lo convertía en un “Puff” (Soplito). A partir de ahí, debía contribuir con una cantidad determinada por cada avión alemán destruido, según los reportes oficiales del Ministerio del Aire británico. Esta estructura permitía que tanto un oficinista como un empresario progresaran a la misma velocidad, ya que todo dependía de su capacidad de pago y del desempeño de la RAF en combate.
Los ascendían a medida que contribuían más fondos. Los rangos eran los siguientes:
- Puff (Soplito) – Nivel inicial
- Gust (Ráfaga) – 1.000 aviones derribados y pagados
- Gale (Vendaval) – 2.500 aviones
- Hurricane (Huracán) – 5.000 aviones
- Tornado – 6.500 aviones
- Typhoon (Tifón) – 8.000 aviones
- Orden de los Fuelles y Alas – 10.000 aviones
Cada ascenso venía acompañado de una insignia especial que los llevaban con orgullo en sus solapas o blusas. Así, la donación se convertía en una especie de competencia, donde los participantes se esforzaban por seguir subiendo de categoría.
Un éxito que cruzó fronteras 5g2231
Lo que comenzó como un pequeño grupo de expatriados británicos en Buenos Aires, pronto se expandió a otros países de América latina. Para 1945, la Fraternidad del Fuelle contaba con más de 56.000 en la Argentina, 35.000 en Uruguay y miles más en Brasil. Se estima que, en total, la comunidad recaudó casi $ 10.000.000 (alrededor de £ 600.000 de la época), lo que permitió la compra de más de 120 aviones de combate para la RAF.
El entusiasmo por esta iniciativa fue tal que hasta Brasil creó su propia versión del sistema. Además, cada avión adquirido con estos fondos llevaba pintado un distintivo: un círculo con un fuelle en su interior, símbolo de la Fraternidad.
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Con la guerra llegando a su fin, la Fraternidad del Fuelle organizó una despedida a lo grande. El 7 de septiembre de 1945, más de 1.000 se reunieron en el Hotel Plaza de Buenos Aires para celebrar la Fiesta de la Deflación, un evento que marcó el cierre de este capítulo de la historia. A pesar del éxito de la Fraternidad del Fuelle, sus creadores jamás revelaron sus identidades. Mantuvieron su anonimato hasta el final de sus vidas, evitando cualquier tipo de publicidad o reconocimiento personal. Esta decisión sólo aumentó el misticismo alrededor del movimiento, consolidando la idea de que todo había sido una iniciativa genuina y desinteresada por el bien de la causa aliada.
Un legado de ingenio y solidaridad 4h451c
Hoy, más de 80 años después, la historia de la Fraternidad del Fuelle sigue siendo un ejemplo de creatividad, unidad y determinación. En un momento en el que el mundo se dividía entre la guerra y la desesperación, un grupo de personas encontró una manera única de contribuir sin perder el sentido del humor. Cada centavo contaba. Cada avión derribado significaba más apoyo. Y cada miembro sabía que, por pequeño que fuera su aporte, podía marcar la diferencia en la lucha contra el nazismo.
Así, mientras en los cielos de Europa los Spitfires y Hurricanes luchaban por la libertad, en las reuniones de Buenos Aires los Fuellistas brindaban por cada avión derribado, demostrando que hasta en los tiempos más oscuros, la creatividad y la solidaridad pueden iluminar el camino.
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