Esta nota empieza en otra nota, en una que comenzaba: “‘Lima Victor Hotel India Juliet en situación de emergencia’. Esa seguramente fue una de las últimas frases del piloto antes del aterrizaje forsozo en laguna Brava el 30 de abril de 1964. El Curtiss Commando C-46 F, matrícula LV-HIJ, perteneciente a la compañía argentina Aerolíneas Carreras venía desde Perú, había hecho escala en Copiapó, Chile, y se dirigía hacia Buenos Aires. A bordo traía seis tripulantes y ocho yeguas pura sangre de carrera. Pero al atravesar la Cordillera de los Andes entre los pasos Pircas Negras y Comecaballos, a unos 6.000 m de altura, uno de sus motores se plantó. Eran aproximadamente los 9 de la mañana. No hubo tiempo para muchos cálculos. El aeropuerto más cercano estaba muy lejos aún, así que solo restaba aterrizar en lo que el piloto consideró que era un salar de unos 15 km de longitud.”
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Ese párrafo es un extracto de “Altura, yeso y sal, una fórmula bien 4x4”, nota publicada en Weekend Nº 596, de mayo 2022. En esa travesía off road organizada por Mainumby4x4 habíamos llegado hasta el pie del fuselaje del avión siniestrado 58 años atrás. Los aviones y barcos abandonados tienen esa frágil y convocante belleza poética, ese magnetismo misterioso. La salida en camionetas había sido temprano desde Villa Unión, La Rioja. Nos separaban unas tres horas y media de ripio, que en kilómetros equivalen a unos 200 por la RN 76. Atrás dejamos Vinchina, la Quebrada de la Troya, Jagüé y algunos de los refugios levantados durante la presidencia de Sarmiento (1870) para los arrieros que cruzaban ganado a pie hasta Copiapó, Chile.
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Al mediodía estábamos a 4.300 m de altura en la coordenada -28.3529, -68.89058, caminando descalzos sobre arcilla resbaladiza, cruzando pozones de lechosa agua helada, esquivando filosos restos de salitre para no lastimarnos los pies. Al borde de la laguna, las 4x4. A 500 m los restos de una aeronave de 32,9 m de longitud y 23,3 de envergadura impulsada –en 1964– por dos motores a pistón Pratt&Whitney de 18 cilindros y 2.000 HP de potencia cada uno, fuerza que le confería una velocidad crucero de 363 km/h (al 66,6 % de potencia) y que le permitía un peso máximo de despegue de 20.430 kg, una carga útil de 7.045 kg y un techo de vuelo de 7.470 m.
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A las 9 de la mañana de ese 30 de abril el LV-HIJ había hecho una etapa de 2.100 km desde Lima a Copiapó, y desde el punto del siniestro a Córdoba tenía otros 550 km. El ruido de impactar sobre laguna Brava a 145 km/h debe haber sido ensordecedor para los tripulantes. Solo para ellos, porque en los alrededores no había ni hay nada ni nadie: el primer poblado se ubica a más de 50 km en línea recta, y para llegar hay que sortear montañas y valles. Con el tren de aterrizaje cerrado, el avión rebotó y volvió a caer 90 m más adelante. El aluminio patinó sobre la superficie áspera del salar hasta que, finalmente, la enorme masa de casi 20.000 kg se detuvo.
Afortunadamente, los seis tripulantes estaban con vida y fueron rescatados con el correr de las horas. Siete yeguas también sobrevivieron. Hay mucha más historia que cada lugareño cuenta como prefiere. Ellos hablan de un supuesto contrabando, del rescate, del posterior desguace... Será porque hay que vivir cada día como si fuera el último y sorprendernos como si fuera el primero. De eso se trata la vida, de sorpresas y hallazgos como el avión de laguna Brava.
Cómo llegar: Mainumby4x4, Cel.: (011) 6036-1111, [email protected] | Facebook e Instagram: @mainumby4x4
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