Saturday 24 de May de 2025
PESCA | 25-06-2018 08:30

Lenguados en Mar Chiquita: una pasión de todo el año 4n32r

La albufera ha mostrado en los últimos tiempos que los chatos siguen activos aún en los meses fríos. Los pescamos con cebos naturales y en flycast. Ver galería de imágenes 1c2j13

Wilmar Merino
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Es el momento. La bajante empieza a derivar aguas abajo a los pequeños pejerreyes que entraron con la creciente y éstos ahora son arrastrados lentamente y casi de forma inconsciente por una marea que tiene una sola dirección: hacia la boca de la albúfera.  En el veril, casi como una piedra del fondo, hay una presencia que sabe de esperas y momentos oportunos. Finalmente, un pejerrey de 15 centímetros se pone a tiro de dos ojos sutiles que emergen del fondo y el lenguado pega un golpe seco con su cola y dispara un ataque fulminante: su boca protráctil se abre como un paraguas invertido y el embudo de succión dispara a la impávida presa dentro de sus fauces. Una vez más, el ritual de la vida y la muerte ha tenido lugar. Pero en lo que sigue, ese instinto cazador es el mismo que lo convertirá en presa, cuando ese lenguado confunda a ese “pejerrey” con una mosca Clo Minnow o quede prendido de un pejerrey encarnado.

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Esta nota nace casi de una curiosidad biológica que se viene registrando en los últimos años: la presencia de lenguados activos  en los meses más fríos del año en la albúfera de Mar Chiquita, ese privilegio de biodiversidad que tenemos los argentinos muy cerquita de Mar del Plata y pegadito a Santa Clara del Mar.

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Optamos para el relevamiento por el Pesquero San Gabriel, ubicado en el Km 477 de la Ruta 11, punto estratégico para acceder en poco tiempo a las mejores zonas aguas adentro de la albufera, que es donde mejor se vienen dando los chatos en estos momentos.

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La pesca

Nuestro anfitrión fue el consagrado guía Cristian Di Paolo, popularmente conocido como “El Tuba”, quien nos recibió con todo listo en su lancha North Carolina de fondo plano, que facilita la navegación en estas aguas bajas y mixohalinas donde moran lisas, pejerreyes y nuestro objetivo del día: el lenguado. Llevábamos equipos de fly cast –cañas Nº 7 con líneas de flote y moscas símil pejerreyes– y convencionales –cañas de 2,40 m de acción rápida y reeles de baitcast tipo 210–, para pescarlos con carnada, tanto en bait con línea en movimiento y al vadeo, como en trolling. El Tuba había hecho los deberes pescando en la previa ,en la escollerita de Santa Clara del Mar, pejes del tamaño adecuado para usar como carnada, de unos 12 a 15 cm.

Junto a los amigos Charly Geier y Lucas Dini, navegamos aguas arriba y arrancamos con un trolling lento para ver si había suerte mientras llegábamos a nuestro destino: la última goma (una señalización con un neumático en medio de la laguna). No hubo.

Entonces, anclamos y empezamos a hacer pesca en movimiento con la clásica línea lenguadera, que consta de una sola brazolada pero con una boyita elevadora y dos anzuelos en tándem: pueden ser dos simples para colgar dos filetes o un simple arriba y un triple abajo para encarnar un pejerrey entero. El uso del hilo mágico, en la segunda opción, sujeta bien el pejerrey para que no se desarme con el constante golpear en los bochones.

https://youtu.be/Sz-QylVQtSU

Tras 15 minutos sin resultados, estábamos por cambiar de lugar cuando Lucas recibió un ataque que pudimos ver todos, dado que un lenguado le tomó justo cuando iba a sacar la línea del agua, a centímetros de la lancha. La lucha fue feroz, con saltos y corridas pero finalmente el copo certero de El Tuba lo subió desatando la locura a bordo y las primeras fotos con este soberbio ejemplar de más de cuatro kilos.

Al rato, el mismo Lucas volvió a tener otro pique al lado de la embarcación, pero el lenguado falló. El Tuba gritó: “Bajale la carnada de nuevo” y así lo hizo Lucas, que esta vez sí recibió el ataque de un lenguado de unos dos kilos.

Finalmente, nos movimos y empezamos a vadear por la misma zona. Dos apostamos a las moscas, y dos a los cebos naturales. Los lenguados estaban presentes, pero no tan activos: el guía movió varios en su caminata y lo mismo le pasó a este escriba. Empezamos a lograr piques de lenguados menores, con carnada natural. Las piezas, de unos dos kilos, atacaron muy cerca nuestro, lo que nos hizo pensar que también podían seguir al pejerrey y tomarlo a último momento.

La hora del fly

En o con un grupo de amigos mosqueros que se quedaron vadeando a unos 300 metros aguas abajo del pesquero San Gabriel, El Tuba recibió la data de que venían metiendo algunos de los buenos en fly cast. Y así cambiamos de ámbito, pero, en la navegación de regreso, hicimos otros trolling lentos que esta vez favorecieron a Charly, quien metió su primer lenguado del día.

Al llegar a la zona donde se hacía fly, notamos que una rueda de 10 mosqueros encerraba simbólicamente a un cardumen de lenguados en forma de herradura tirando todos hacia el centro. Uno de ellos, acaso provisto con la mosca adecuada, logró tres soberbios ejemplares de unos cuatro kilos cada uno, mientras sus compañeros tenían piques esporádicos. Hacia allí nos dirigimos aprovechando la bajante, pero llegamos casi al final de este frenesí lenguadero y sólo vimos pescar al dueño de “la mosca del día”, mientras que nosotros no tuvimos suerte.

Ya que estábamos con los equipos de fly cuando El Tuba nos llevó casi al final de la tarde a Punta Ondina. Allí sí pudimos dar con algunas capturas en fly de dos a tres kilos, que no alcanzaron los portes de las tortas que habíamos visto minutos antes, pero que nos sirvieron para probar las moscas y entretenernos.

Cuando el sol ya estaba cayendo, unas pasadas más a trolling nos permitieron dar con otro par de piezas muy interesantes, cerrando una jornada maravillosa en la que hubo que trabajar para dar con la pesca, pero el lenguado cumplió con creces.

Con mosca, con carnada, en spinning, en trolling, al vadeo… el lenguado permite muchas formas de divertirse y quedó visto que su pesca es posible prácticamente todo el año. Es sólo cuestión de animarse y de tener un poco de suerte. Vaya y disfrute.

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La pesca se da tanto anclados en las bahías como gareteando con brazoladas bien cortas, no más de 10 cm, una profundidad que permite disfrutar de verdaderas explosiones en el agua cuando se dan los piques.

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