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TURISMO | 20-06-2020 17:42

Turismo distinto: visita a los menonitas en La Pampa 2d3sg

Con baja densidad de contagios, la provincia ofrece alternativas naturales como observar la brama de los ciervos del Parque Luro o recorrer una colonia menonita donde se vive como en otro siglo. Una oferta distanta para disfrutar con la familia y respetando el distanciamiento social. Ver galería de imágenes 5x72t

Julián Varsavsky
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Santa Rosa parece condenada a ser “una ciudad de paso a….”. Pero ese destino es injusto para una provincia limítrofe con la de Buenos Aires muy interesante de recorrer. Una gira exploratoria comienza con una tarde de campo en Estancia Villaverde, en las afueras de la capital provincial, donde se sale a pasear en carruaje francés por la planicie pampeana que se extiende a los cuatro costados hasta el infinito. O se puede cabalgar allí sin límites entre pastizales y caldenes solitarios. Dentro de la estancia –que no ofrece alojamiento– se visita la reconstrucción de un fortín original que perteneció al Ejército durante la Campaña del Desierto, con sus ranchos de la comandancia y la tropa, el pozo de agua, el horno de barro y un mangrullo.
A 35 km de Santa Rosa queda la Reserva Provincial Parque Luro. Allí, entre el 15 marzo y fines de abril, una población de ciervos entra en celo generando un espectáculo de documental. Al ingresar al parque aparece un fastuoso palacio blanco estilo Luis XVI rodeado de estatuas, levantado en 1911 por el terrateniente Pedro Luro. Aquel hombre con pretenciones versaillescas hizo de sus jardines un coto de caza e introdujo ciervos colorados de Europa que no tenían predadores y se reprodujeron hasta la provincia de San Luis. El parque tiene un excelente camping y cabañas. Una caminata sencilla permite ver al atardecer ciervos, ñandúes y mulitas con facilidad. A esa hora, en coordinación asombrosa, los ciervos machos comienzan a bramar llamando a las hembras con el fin de formar un harén. A veces las disputas entre machos terminan a las embestidas de sus ramificadas cornamentas.
Según cuanto uno extendienda la gira, se puede seguir 171 km hacia el sur hasta la salina Colorada Chica, aún en producción. Luego de recorrerla a pie, la exploración de la zona termina con la visita al pueblo fantasma Colonia San Rosario, creado en 1920 por inmigrantes alemanes llegados de la zona del río Volga, hoy abandonado.

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Experiencia solo con guía 

Lo más interesante de visitar en La Pampa quizá sea la colonia de cultura menonita Nueva Esperanza, en las afueras del pueblo de Guatraché, a dos horas y media de Santa Rosa. Un viajero puede ir a pasar un día con los menonitas y comer con ellos –siempre guía mediante–, durmiendo en Guatraché. Lo curioso es que esas personas viven por decisión propia casi como en la Edad Media: sin electricidad, teléfono ni auto.
Los menonitas son aún algo cerrados y la mejor manera de acercarse y entrar a sus casas es contratando un guía aceptado por ellos. Son 1.691 de una secta anabaptista derivada del protestantismo de Lutero, que hacen una interpretación extrema de la modestia y el puritanismo cristianos. La tecnología solo es aceptada en función de mejorar el trabajo. No tienen TV ni aire acondicionado, considerados artefactos para el placer. 
Solo algunas personas tienen teléfono celular para atender a los clientes foráneos que les compran lácteos, verduras, muebles y objetos de metalurgia: la electricidad la usan para máquinas productivas. Hablan el antiguo dialecto plattdeutsch, una mezcla de alemán con holandés que hoy no entienden ni alemanes ni holandeses. No reconocen patria ni estado y educan a sus hijos en sus propias escuelas con un único libro: la Biblia. Además, aprenden a sumar, restar y dividir. 
Al caminar por las calles uno tiene la sensación de andar por una aldea europea del Medioevo, donde solo hay algunos carros tirados a caballo y hombres hiperactivos de mameluco que van y vienen inmersos en el trabajo de campo y la manufactura: son maravillosos herreros, carpinteros y zapateros. 

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En las 10.000 hectáreas de la colonia funcionan un centenar de pequeñas metalurgias y cuarenta carpinterías, además de sembradíos y tambos. Un lugar de sencillo es el almacén de ramos generales de Don Abraham, quien al caer el sol alumbra su tienda con un tendido de caños de gas uniendo lámparas de camping. En un estante hay cinco planchas de ropa como las de antes que se calientan a carbón.
Los menonitas están desperdigados por gran parte del continente americano y sus pudores religiosos van cambiando lentamente. Por ejemplo, no se permiten bicicletas pero si monopatines. No aceptan la bombita de luz pero sí la heladera que trae luz interior. El hecho es que estas personas configuran su vida completa alrededor de la religión, rindiendo culto sagrado al trabajo y dedicados mañana, tarde y noche a crear una riqueza que no disfrutan a la manera profana: la reinvierten siempre en producir más y mejor.  

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