Para los que disfrutan del turismo, Francia es sinónimo de París. Pero más allá de la Ciudad de las Luces, el país galo cuenta con muchos pueblos que vale la pena visitar, ya sea por su arquitectura, historia o ambiente distendido. De todos ellos, los siguientes se destacan porque parecen estar anclados en el tiempo:

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Essoyes: durante 25 años, el pintor impresionista Pierre-Auguste Renoir eligió este pueblo para pasar el verano. Essoyes es uno de los lugares más lindos de la campiña sa con sus campos llenos de flores, casas de piedra y el río que la atraviesa. Es un paisaje digno de ser retratado. Obviamente, los atractivos turísticos están muy ligados al aclamado pintor. Entre ellos, se puede visitar el Atelier Renoir y un circuito guiado por el pueblo para conocer los escenarios que más lo inspiraron.

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Le Crotoy: en este pueblo de pescadores, en la bahía de Somme, Julio Verne escribió “Veinte mil leguas de viaje submarino”. Su costa es conocida por las mareas y las focas que descansan en los bancos de arena de la Pointe du Hourdel, uno de los estuarios más amplios del norte de Francia. Se recorrer en barco, kayak, canoa hawaiana e incluso a pie, con la compañía de un guía.

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Ota y Evisa: ubicados sobre las colinas de Porto, en la costa de Córcega, estos pintorescos pueblos son muy recomendables para pasar el día. Ota está emplazada sobre terreno montañoso y se caracteriza por una tranquilidad que ni los turistas parecen ser capaces de alterar. Por su parte, Evisa es un destino muy buscado por los entusiastas del trekking, desde allí se pueden tomar varias rutas de larga distancia.
Pérouges: a 30 kilómetros de Lyon, este pueblo ha sido el set de filmación de numerosas películas de época. Su peculiar estilo lo vuelve una propuesta perfecta para los que disfrutan caminar y perderse por las calles. Cualquiera que visite Pérouges debe recorrer sus callejones empedrados, irar las casas de época y fotografiar el árbol de la libertad, plantado en 1792, en la Place de la Halle.
Saint-Émilion: a 40 km de Burdeos se encuentra este hermoso pueblo medieval, famoso por ser uno de los centros vinícolas más importantes de Francia. Saint-Émilion está conformado por llamativos edificios de piedra caliza. Una de sus paradas obligatorias es la Torre del Rey, que data del siglo XIII, desde la cual se puede obtener una vista panorámica del pueblo, el río Dordoña y el valle que lo rodea.
Yvoire: de una belleza innegable, este pequeño pueblo descansa junto a la orilla del lago Leman. En el siglo XIV, Yvoire fue un poblado pesquero y fortificado, del que todavía se conservan casas de piedra, torrecillas y hasta un castillo. Es obligatorio visitar el Jardín de los Cinco Sentidos, en el que hay un laberinto, actividades infantiles y más de cien especies de plantas.
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