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PESCA | 14-08-2017 09:00

Sorpresa en el Río de la Plata 5k276f

Nos propusimos el desafío de lograr una pesca variada propia del verano en los meses más fríos del año y demostramos que aun en pleno invierno podemos “hacernos el agosto” con dorados, tarariras y mucho más. Nota con video. Ver galería de imágenes 3g5m2k

Wilmar Merino
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El desafío que nos propusimos era incierto: lograr especies de verano en el Río de la Plata, en tiempos de temperaturas polares. Símbolo de un cambio climático que se hace sentir por estas playas, el querido Riopla tuvo un otoño bastante cálido y un invierno no tan frío hasta promediar el mes pasado, por lo cual teníamos la convicción de que el agua no estaba tan fría y, por lo tanto, eligiendo un buen día soleado podíamos tener chances ciertas de dar con algunas especies propias de tiempos estivales. Llevar adelante esta tarea de búsqueda alocada requería de un guía con gran predisposición –ya que lo que fuimos a buscar no es lo que trabajan los profesionales en estos tiempos pejerreyceros– y dispuesto a quemar combustible en un amplio rango de espacio, ya que planteamos una doble jornada de pesca: en una trabajaríamos la zona capitalina y en otra el borde exterior del Delta.

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Hernán Dussaut fue quien aceptó prenderse a la patriada y así las cosas esperamos los días adecuados –que felizmente se dieron antes del cierre de la presente edición– para rumbear de entrada hacia el antepuerto porteño, en busca de dorados y omnívoros que suponíamos aún activos en sitios puntuales. Partiendo de Tigre, hicimos intentos en la zona portuaria, aprovechando una salida de agua caliente donde notamos presencia de sábalos. Buen síntoma, por tratarse del alimento natural del dorado. Armamos equipos de baitcast de 1,80 a 2,10 metros y 6-18 libras de resistencia (1 libra: 0,453592 gramos), con reeles de perfil bajo cargados con multifilamento de 30 libras. La primera hora solo nos dio sábalos pinchados del lomo –algunos de hasta 3 kilos– pero ningún dorado. Finalmente, logramos un par de capturas menores de doradillos muy saltarines. Pinchamos tres más que se nos fueron. No nos conformaron los tamaños, pero al menos sirvió para saber que algunos quedan dando vueltas en aguas porteñas aun con fríos extremos. Luego cambiamos el ámbito de pesca y nos fuimos a una zona cercana a los malecones que protegen el puerto porteño. Aprovechando que había llevado masa, tentamos omnívoros tirando contra las piedras. Las boguitas de 1 a 1,5 kilos se mantienen muy activas, en tanto sorprendió la captura de un par de bagres blancos de tamaño importante –más de 2 kilos– y un par de carpas de más de 7 kilos que pese a su porte impresionante no dieron gran pelea. Primera etapa, con objetivo cumplido.

Con rumbo al Delta

Entonados por el éxito de la primera jornada, aprovechamos un día excepcional entre dos tormentas, en mitad del mes pasado, cuando el pronóstico prometía 23 grados (a la postre nunca pasó los 20) para ir por tarariras y dorados al borde exterior del Delta y la famosa isla Oyarvide. Partiendo del Delta y tomando el derrotero habitual hacia la boca del Paraná de las Palmas, nos metimos en el riacho Diablo a sacar unos amarillos que servirían de carnada para nuestros intentos con cebos naturales, ya que no solo llevamos señuelos. Ya con la provisión que estimamos suficiente cumplida en pocos minutos, junto a nuestros compañeros de pesca Lucas Dini y Martín Díaz Andrade comenzamos a testear salidas de arroyos sin éxito, hasta que decidimos bajarnos en la entrada de uno y empezar a transitarlo aguas adentro. Para ello llevamos un palo de vida, como el usado para detectar el veril en la albufera de Mar Chiquita, con el objetivo de ir pinchando el suelo por el que íbamos a transitar y detectar así la eventual presencia de rayas.

Nos esparcimos para permitirnos trabajar con libertad y no tuvimos pique con señuelos en los primeros minutos, por lo que decidí poner una boya plop Doble T y enseguida pinché una taru chica que picó casi al extraer la líneas del agua. A ella siguieron dos más, de similar porte. Habiendo detectado que las tarus estaban en zona, cambié por un spinnerbait de Alfer’s para trabajarlo lento “peinándoles la ñata” y a fuerza de insistir logré una hermosa taru de unos 2 kilos. Tras otro compás de espera, volví a poner la boya, logrando un ejemplar soberbio de unos 3 kilos. Obtuve otros dos ejemplares cerca del mediodía y ya con mis compañeros cerca tras haberse alejado sin éxito, trabajamos todos en una zona de 50 metros, logrando tres ejemplares con señuelos tipo crank y dos más con mi spinnerbait. Martín y el guía Hernán concretaron otras dos capturas y dimos por cerrada la etapa “taruchas” para ir por dorados tras el almuerzo caliente que el guía sirve a bordo.

Premio dorado

Más que satisfechos veníamos de haber demostrado que aun en pleno invierno, con insistencia, podíamos lograr tarariras, que mientras navegábamos a destino para intentar una pesca de dorados, no reparamos en que el guía nos sugirió ir aprontando señuelos de poca paleta para trabajar una zona de piedras con enganche. Por eso en nuestros primeros intentos tuvimos un par de artificiales perdidos. Optando luego por algunos lipless con rattlin, en una turbulencia grande de aguas encontradas, metimos los primeros doradillos, que no llegaban a dos kilos. Dussaut trabajaba la lancha con maestría para evitar molestos giros de la embarcación, y así pudimos peinar la zona adecuadamente, probando con algunos minnow de paleta corta y los mencionados lipless. Logramos un par de dorados menores que rápidamente devolvimos a su medio. “Levanten que nos vamos a jugar una carta fuerte”, propuso el guía y nos sugirió que nos abrigásemos que íbamos a navegar unos 20 minutos. Finalmente llegamos a un palerío muy interesante en el que sabíamos que arriesgábamos en cada tiro, pero también que podía haber buen premio. Así las cosas, jugándonos el artificial en cada lance, agradecimos al máximo a nuestros equipos por permitirnos tiros bien precisos que nos permitieron sacar algunos doradillos de 2,5 y 3 kilos entre los citados palos y piedras. Para no enganchar es clave usar anzuelos simples en vez de triples, que además serán los que nos garanticen lograr la pieza de buen porte aun a riesgo de perder algunos ejemplares menores. Nos faltó probar la pesca de dorados con cebos naturales. Pero a decir verdad, son planes para hacer con toda la tripulación de acuerdo, pues con lancha en movimiento a veces es incompatible la pesca con artificiales de algún miembro con la línea a la deriva de otro pescador.

Una “vieja” sorpresa

La sorpresa vino al clavar un pez de extraña pelea, casi de modo circular, sin saltos ni buceos… nos mirábamos los cuatro pescadores extrañados mientras el guía preparó el copo. Recién al asomar cerca de la embarcación vimos a la extraña criatura: una vieja del agua inmensa, que al ser robada de la cola protagonizó tan singular combate. Ya cayendo el sol iniciamos el retorno feliz de haber logrado en dos jornadas un interesante abanico de especies: bagres blancos y amarillos, carpas, bogas, sábalos, tarariras, dorados y la mentada vieja del agua. Una señal de que, pese al frío, el que insiste y busca bien puede “hacerse el agosto” anticipando el verano. Desafío ganado. Ahora le toca a usted comprobar que, aún en pleno invierno, el Plata es mucho más que pejerreyes.

Nota completa publicada en revista Weekend 539, ahosto 2017.

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https://youtu.be/M9loQBIktjQ

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