Las autoridades solicitaron no acercarse o tocarlo, pero este curioso ser marino, conocido como Manoliño, tomó la iniciativa. Foto: Weekend 5l5md
Tras el primer encuentro, Manoliño y Roger se volvieron a ver y las caricias y los juegos se repitieron. Foto: Weekend 1l5ck
Manoliño y Roger, la curiosa amistad entre un delfín y un recolector de mariscos 1gk4f
Desde hace un tiempo un solitario delfín merodea por las costas de Galicia. Trabajadores que se dedican a la captura de navajas de mar han entablado una relación muy particular con él. 6l6g5f
En el pequeño municipio de Noia, en la costa de Galicia, España, se ha podido ver últimamente a un solitario delfín nadando en el mar. Las autoridades solicitaron no acercarse o tocarlo, pero este curioso ser marino, conocido como Manoliño, tomó la iniciativa y forjó una curiosa relación de amistad con Roger Suárez y un grupo de recolectores de mariscos de la zona.
A principios de este año, en una de sus tantas expediciones para recoger navajas de mar (tipo de marisco), Roger y su equipo notaron a un solitario delfín que merodeaba cerca de ellos mientras trabajaban. Al principio lo llamaban “el bicho”, ya que le tenían cierta desconfianza.
"Fue pasando el tiempo y se acercaba, merodeaba el barco y cuando bajábamos se mantenía cerca. Él iba un poco por la superficie, a unos tres metros de nosotros, observándonos, siempre era él el que nos observaba. Siempre nos decíamos '¿lo viste?', '¿hoy vino?', porque tampoco era todos los días, igual desaparecía un día, otro día venía, otro día nos decían 'sí, estuvo por aquí abajo', por otros pueblos marinos, y así fue pasando el tiempo", relata Roger Suárez.
Estas situaciones se fueron repitiendo a lo largo de nueves meses, en las que Manoliño se convirtió en una parte más del equipo de mariscadores. Hasta que finalmente, un día el delfín decidió acercarse más de la cuenta, hasta estar prácticamente al lado de Roger. Él detalla cómo siguió el encuentro: "Yo siempre iba con la ilusión de saber si algún día lo podría tocar, pero nada. Esta vez le extendí la mano, como se le hace a un perro cuando quieres que se te acerque, y se acercó. Empezó a jugar, a dejarse tocar las aletas, se dejaba acariciar. Yo le seguí un poquitín el juego con las aletas ya que él había roto la distancia de seguridad, o se rompió el temor que ambos teníamos. El que se acercó fue él. Yo nunca le ofrecí nada de comer ni navajas ni nada. Yo no compré su confianza. Nos ganamos mutuamente. Yo con mi tranquilidad de que él mandase y decidiera, y fue él quien rompió la barrera".
Tras el primer encuentro, Manoliño y Roger se volvieron a ver y las caricias y los juegos se repitieron. El delfín se convirtió en un compañero más del equipo de trabajo y les hace compañía mientras ellos se dedican a recolectar navajas de mar.
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